La primera impresión que tuve de Rad Racer no pudo ser peor. La fase inicial me recordaba dolorosamente a uno de mis juegos favoritos, Out Run, y sólo por eso sentí ganas de dejarlo y ponerme de nuevo con la pequeña maravilla de Sega. Le di el beneficio de la duda, sin embargo, y no puedo más que felicitarme por ello. No llega al nivel del juego que toma como referencia, pero no deja de ser divertido y emocionante. Vicia que es un primor.
Las carreras no dejan de ser las de toda la vida, disputadas en ocho circuitos repartidos por todo el mundo (aunque la mayoría de ellos están ubicados en EE UU). Dos de estos son nocturnos, y otros dos corren paralelos a la costa. El nivel de dificultad es variable y progresivo. La conducción de los competidores se torna muy agresiva en las dos últimas carreras; invaden continuamente tu carril para forzarte a maniobrar rápido y sacarte de la calzada. Además, sucede que si no los adelantas en el momento oportuno, pueden formar tapón con más vehículos e impedirte así alcanzar la velocidad necesaria para llegar a tiempo al siguiente punto de control. Dan mucha rabia, los desgraciados. Por eso ganarles da el doble o triple de gustico que en otros juegos de carreras.
Si no se alcanza el punto de control antes de que finalice la típica cuenta atrás, en lugar de acabarse la partida automáticamente sólo se nos impide darle gas al vehículo. Es entonces cuando toca rezar y fijar los ojos en el horizonte para ver si llegamos a la siguiente banderita de control con el impulso o inercia que llevamos. Es por ello que conviene ir siempre a todo trapo, ya que nos puede sonar la flauta... quién sabe si llegaremos al siguiente punto de control por la patilla. Tal característica, también propia de títulos como Hang-On, le da a las carreras una emoción añadida que hace que se disfruten todavía más.
La única gran pega que tiene Rad Racer es la música. Lejos de poder seleccionar temas como en Out Run, siempre estaremos oyendo la misma musiquita taladrante: sólo cambia en los créditos finales. Sucede con ella algo extraño, además: arranca cuando le viene en gana en cada carrera, es decir, no lo hace al inicio de la misma. En ocasiones podemos haber completado medio trazado escuchando únicamente el ruido del motor del coche. A saber qué variable es la que hace que empiece a sonar. De todas formas, y dada la calidad de la BGM, lo más inteligente habría sido quitarla por completo.
Como nota curiosa, Rad Racer hace un cameo en el peliculón El pequeño mago de los videojuegos. El malo malote, que se enfrenta al prota en un torneo de gamers, muestra su pericia manejando el infame Power Globe para conducir el coche. Un volante habría bastado, pero bueno… eran otros tiempos.
Puntuación: 7
+1: La sensación de velocidad y la maldad de los contrincantes
-1: La música y la escasez de circuitos
1 comentario:
La musica se puede activar o desactivar oprimiendo la flecha hacia abajo :p
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