11 mayo, 2011

3chanya y aquellos maravillosos años




El lugar al que hasta ahora le he cogido más cariño no es el Shiro, por extraño que parezca, sino una pequeña tienda de golosinas ubicada en el humilde barrio de Yata (Osaka). Allí tuve una experiencia que hacía muchísimo tiempo que no vivía, y que se produjera en pleno 2011 me dejó  emocionado y estupefacto a partes iguales.

Esta es la crónica de un nuevo viaje al Japón más desconocido y recóndito, en donde aún se pueden recuperar recuerdos de nuestros propios barrios natales, de cuando éramos pequeños y pasábamos tardes comiendo chuches y echando partidas a clásicos.





No tenía ni idea de lo que me esperaba cuando llegué al barrio de Yata. Todo era añejo, fascinante, como la vieja nevera de helados de esta panadería. Tan ensimismado estaba con el lugar que me desvié demasiado de mi destino, la vieja juguetería 3chanya, de la cual había leído que era otro de los últimos bastiones osakenses para los amantes de lo retro.





No sé ni la de horas que pasé dando vueltas por el vecindario, perdido voluntariamente por un lugar que parecía atrapado en el tiempo. Finalmente un amable señor que se parecía a Shinya Arino, con su mono de trabajo y todo, me acompañó hasta dejarme bien cerca del lugar (el hombre estaba haciendo una pausa en el curro cuando le pregunté y me hubiera llevado hasta la misma puerta del 3chanya, pero le llamaron al móvil para que volviera a su taller).



Por fin di con el local que buscaba. Aquí está la puerta de la juguetería, tienda de golosinas y pequeño salón recreativo ancestral que es este 3chanya. Al llegar no parecía haber nadie, pero tras meterme entre las máquinas que estaban puestas a la intemperie...




Allí estaban los niños del barrio, tratando de conseguir premios en una de las crane machines que había en la tienda (una antigualla de cuidado).




No solo las máquinas de pinza eran antiguas, también había varias recreativas del año de Maricastaña, como distintas variaciones de recreativas MVS de SNK. Magia esotérica.


Todas estaban con el monitor apagado y me dio miedo pensar que no pudiesen funcionar, pero en seguida un chavalín me dijo que no me preocupara, que solo tenía que pedirle a la dueña del local que las conectara a la corriente.



Entre las crane machines y las recreativas había un par de ”elemekas", que es la manera que tienen los japoneses de llamar a las máquinas electrónicas antiguas. Son los dos trastos de color naranja, y uno tenía sorpresa...




Antes de ir con él, quise tomar otra foto del exterior, otra estampa de los niños ensimismados tratando de conseguir premios. Más tarde, ya con las máquinas encendidas, su atención se desviaría completamente hacia ellas...



La verdad es que pensé en conectar las máquinas yo mismo, pero por si acaso la pifiaba preferí pedírselo a la dueña del local, y así de paso le preguntaba cosillas.



Me la encontré ordenando unas cajas. El interior de la tienda estaba lleno de golosinas y juguetes, por desgracia no había más recreativas. La señora accedió amablemente a encender todas las de fuera y me comentó qué juegos había y lo que costaban. Había algunas máquinas a 10 yenes, y la más cara (una que permitía alternar entre varias versiones de Metal Slug), costaba solo 30... ¡pero estaba configurada para que pudieras tener 9 vidas desde el principio! La amable mujer pondría tantos créditos pensando en los niños, que jugando a este juego suelen durar poco... Y yo tambien, para qué esconderlo.



Se hizo la luz y comenzó la magia. Las recreativas estaban hechas caldo, pero se podía jugar con ellas perfectamente. De nuevo, tan cerca de estas maravillas del pasado, volví a sentirme un privilegiado. Ahora, escribiendo estas líneas, me entran escalofríos solo de recordarlo...


Había un Marvel VS Capcom... Cómo no, me puse con él. También tenía un precio ridículo, 20 yenes.


Mi pareja de luchadoras favorita. Zangief y Hulk volvieron a ser demasiado para las pobres...



Había un par de máquinas de Magical Drop (Magidro para los japoneses). Nunca había jugado antes a estos juegos y resultaron para mí una auténtica revelación. Me quedé enganchadísimo con el MD 2, divirtiéndome como en los días del Tetris en blanco y verde.




El pobre panel de control del Marvel VS Capcom estaba medio desmontado de los tirones que había sufrido con los años, pero aguantaba el tipo perfectamente. El recorrido del joystick, la respuesta de los botones... Todo era magnífico. Tenía que haber compuesto un haiku pensando en estas MVS. Menudas sensaciones...



Snow Bros era otra de las máquinas disponibles. Arriba, el ladrón con los nombres de las máquinas a las que surtía de corriente. La dueña me pidió que cuando acabara de jugar las desconectara, pero vino una avalancha de niños a meter dinero a continuación... Me caían lágrimas de felicidad al ver aquella escenas tan nostálgicas reproducidas de nuevo.



Se notaba que los renacuajos pasaban muchas tardes en aquella tienda de las maravillas, ya que demostraban una técnica bastante pulida.




Las máquinas de pinza y los elemekas estaban ahora vacíos. El escenario de juego había cambiado.


Aproveché para tomar fotos de las máquinas en las que no había nadie, y me acerqué acto seguido a uno de los elemekas que me había llamado la atención... (el que había dejado pendiente por comentar antes).



Ahí lo tenemos, una reliquia de Street Fighter oficial, puro oro para los fans de la saga de Capcom. Esta máquina electrónica funcionaba de manera muy simple: se escogía un luchador con uno de los botones de la base, y la moneda de diez yenes que se había introducido giraba en una ruleta con las caras de los personajes. Si la moneda se detenía en la imagen con el mismo luchador que se había escogido, ¡premio!, ganábamos una golosina de la tienda.



Pasó el tiempo y los niños se fueron, aunque solo momentáneamente. Habían ido a por refuerzos, otros vecinos de la zona. ¿A quién no le ha llegado nunca después de clase una invitación para a ir a jugar al parque... o a los recreativos?



Vista cercana de las crane machines ochenteras, auténticas piezas de arqueología, como todo lo que se podía ver en el exterior de 3chanya.

Qué maravilla...


Un par de hermanos jugando al Metal Slug. Alterné partidas con ellos a dobles, pasándomelo teta. Los niños no tienen reparos en hacer "ranyuu", es decir, meterse a jugar de golpe manejando al segundo jugador. La única vez que había escuchado "me meto, ¿te importa?" hasta entonces en Japón fue jugando al Mario Kart Arcade y porque la recreativa sugiere esperar a que se unan jugadores. Otra cosa son los juegos de lucha, claro está... Todos estamos acostumbrados a que se ponga alguien a jugar en la máquina de enfrente y nos curta, pero se ha perdido bastante la tradición de sentarte codo con codo con un desconocido... Por suerte, aún quedan sitios en los que esto es posible.


Con todo el pesar de mi corazón, llegó el momento en que tuve que marcharme y despedirme de tan fabuloso local y de sus simpáticos visitantes. A través de estos chavalillos veía reflejados los días de una época gloriosa que ya no volverá. Saber que es posible revivir aquello en Japón produce una alegría indescriptible. Nuevos protagonistas, viejos hábitos... 

Realmente, ver a los niños jugar a las mismas máquinas con las que probablemente disfrutaban sus padres no deja de ser asombroso.

Mapa para llegar a 3chanya. También os dejo con un vídeo que grabé mientras charlaba con los niños. Espero que os hayan invadido gratos recuerdos leyendo estas líneas.

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01 mayo, 2011

Cross Review: Bokkan to ippatsu! Doronboo




Lunchbox
Más que interesante el trabajo de Banpresto en este shmup basado en el universo Yatterman, por lo menos más de lo que se podría esperar de su calidad de juego licenciado. Gráficos cuidados, altas dosis de humor y squetches de animación (con la duración justa para que no nos cansemos de ellos, algo de lo que pecan muchos de los juegos de este tipo) como colofón a cada capítulo. Lo variado de las fases es uno de sus grandes atractivos, así como la originalidad en sus Bosses.


En lo puramente jugable se adivina cierto desajuste en la dificultad. A medida que vas potenciando tu vehículo (que deberás elegir antes de cada fase de entre una sorprendente cantidad de opciones), las pantallas se van convirtiendo en un relativo paseo que se verá truncado por injustos acontecimientos que aparecen de la nada, dando paso al desastre. Algo más de atención a este respecto y podríamos encontrarnos ante un notable representante del genero. Aun así un juego recomendable, especialmente para aquellos familiarizados con la serie de animación. 
(7)









Chibimogu
 Con todo de cara para aprovechar el tirón de una de las licencias ochenteras más queridas en Japón y publicar un juego mediocre que hubiese tenido buenas ventas de igual manera, Banpresto tomó el camino difícil y trajo al mundo uno de los shooters más completos y divertidos de los 32 bits, una verdadera sorpresa jugable, llena de humor, vehículos, cortes animados, voces... Especial mención merece la música y una dificultad creciente que invita al reto.

Las fases son largas, el mapeado es anchísimo y la variedad de naves (que se alternan con el control de bicicletas cuando las primeras han sufrido daños) dan a este juego una categoría propia dentro de los juegos arcade clásicos. Si Metal Slug se jugara con perspectiva aérea, se llamaría Bokkan to ippatsu! (salvando ciertas distancias, claro).

Si bien Bokkan to ippatsu! es multiplataforma (existe versión de PS), es Saturn la que recibe la kanzenban, la edición más cuidada, por lo que recomendamos su adquisición. No os dejéis engañar por su aspecto infantil, los personajes de Tatsunoko ya han demostrado que saben protagonizar grandes juegos. Una de las joyas ocultas de Saturn.
(9)







Puntuación total (sobre 20): 16

¿Lo importamos?
A la de YA.

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