06 mayo, 2010

Juegazos a 50 yenes: Ordyne



Cada vez que veo las burradas que se pagan por ciertos juegos de marcianitos en subastas virtuales, me viene a la mente la misma pregunta: wtf?

¿Es que la gente no sabe que hay miles de juegos más divertidos que un Radiant Silvergun o un Ibara, que solo por ser menos conocidos no tienen nada que envidiar a estos títulos de tirada más corta? ¿Basta con leer cualquier reseña entusiasta para comprar un juego de este tipo, cueste lo que cueste, siempre que estemos en posición de poder despilfarrar? ¿Desde cuándo nos hemos vuelto tan sibaritas?

Demasiadas preguntas y pocas respuestas. Cada uno es libre de hacer lo que quiera con su dinero, pero a mí no me gusta tirar el mío: prefiero disfrutar de juegazos como Ordyne, que por cuatro míseras perras me lo hace pasar igual de bien o incluso mejor que Magical Chase, que cuesta 200 veces más, y no es una exageración.





La primera vez que vi este juego, metido en una cesta de saldos del Super Potato akihabarense, no pude evitar pensar al ver su precio (50 yenes) que se trataba de un truñarro en potencia.

Dada mi afición por los kusogee rancios, no tardé ni medio segundo en trincarlo, y más tratándose de un shmup de esos. Enorme decepción me llevé al jugarlo y comprobar que se trata de un juegazo como la copa de un pino, vendido a un precio insultante en comparación con lo que me pedían por Battle Garegga, por ejemplo.





Ordyne es una conversión de recreativa de Namco para la primera PC Engine (1989), con lo cual viene en formato Hu-card. Se trata de un shooter de scroll lateral de preciosos tonos pastel, una estética muy mona y una panoplia increíble a disposición del jugador. El juego destila simpatía por los cuatro costados, es muy agradable de jugar y pica como pocos, ya que su dificultad no es descabellada. A dos jugadores es la risión, y gustará a todos los que disfrutan con un Parodius, por ejemplo.

Lo curioso es que, como me chiva la excelente Biblia de la PC Engine, se trata de un título desarrollado en EE. UU. a pesar de haberse vendido en exclusiva en el mercado japonés.

Totamente recomendable y, lo más importante, al alcance de todos los bolsillos (vale menos que un maldito café infame del McDonalds nipón, el mejor purgante inventado por el hombre y de obligatorio consumo para todos los que estén pensando en visitar el país del sol naciente).

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