O matase
shimashita.
O lo que es lo
mismo, perdón por la espera. Hoy se cumple un año desde que dejé Glintas, y
vaya la verdad por delante, no imaginaba que volvería a actualizarlo.
Somos realmente
pocos los que estamos interesados en el mundo del videojuego retro nipón. En
esta época en la que todos intentan captar la mayor audiencia posible, me
encontraba dando palos de ciego con una bitácora de esas que llaman nicho,
demasiado especializada, y quién sabe, puede que hasta incluso recargada,
pedante y rara. Destinada a un público tan limitadísimo como silente.
Las personas
cambian, pero nuestra esencia se mantiene inalterada. Las aficiones permanecen
ahí, esperando a ser retomadas. El placer de redescubrirse es inmenso, y
hacerlo a través de lo que a uno le gusta, es una sensación única, como la que
se percibe tras encontrarse con un viejo amigo.
La industria del
videojuego japonesa también ha cambiado bastante, tratando de retomar su
hegemonía internacional por medio de las aplicaciones y juegos destinados a
smartphones, en un intento de recuperar el ímpetu económico provocado por la
NES a principio de los 80. Como en aquella época, en Japón nos encontramos ahora
en medio de una vorágine de cambios, en donde los cartuchos han dejado paso a
la distribución digital y los juegos gratuitos con contenidos de pago son los
mayores abanderados de las que se suponen serán las nuevas tendencias en ocio
digital.
A los juegos de
Saturn, Super Nintendo, Dreamcast… poco les importa esto, la verdad. Siguen
estando ahí para nosotros, para enseñarnos lo fácil que es entretener y
divertir pasen los años que pasen y vengan quienes vengan.
Tras este año
sabático, echando la vista atrás, veo que yo también me he perdido en el tiempo
y el espacio. Lo bueno es que, tras retomar el camino, me encuentro con que
todo sigue ahí, en su sitio. Todo ordenado, tranquilo. Con muchos recuerdos que
recuperar.
Bienvenidos de nuevo.
Bienvenidos a Glintas.
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