La Turbo Grafx, o PC Engine como me gusta llamarla, recibió en 1990 un juego cachondísimo protagonizado por dos cómicos japoneses del año de la peonza, Ken y Kato, que debían superar ocho niveles de plataformas repletos de zonas warp y rompecabezas desesperantes. El juego llegó a venderse en EE UU y todo, con el cambio de nombre consiguiente: J.J y Jeff. Sin embargo, los americanos se perdieron lo mejor del juego, que no era otra cosa que los detalles escatológicos de la versión japonesa. A pesar de ser un humor de encefalograma plano, bien que me hizo soltar más de una carcajada cuando descubrí el pastel que escondía esta maravilla en su versión original. En la mejor tradición de Dr. Slump, las coñas de Ken y Kato no hacían muy recomendable echarse unas partidas si se tenía intención de comer algo luego.
Al comenzar el juego hay que seleccionar uno de los dos personajes. Aquél descartado se dedica a hacer apariciones estelares a lo largo de las fases, generalmente para dar pistas (disfrazado de personaje de kabuki o poniendo caras deformes, otro rasgo absurdo y divertido de la versión japonesa) o directamente para hacer la puñeta al personaje jugable, mostrando su envidia por no haber sido escogido por el jugador. Así, lo veremos tratar de llamar la atención haciendo cosas muy loables, como actividades ecológicas de lo más variopintas:
Aquí lo vemos plantando un pino detrás de unos arbustos
Y aquí, limpiando las aceras de mierda, lo que moralmente le obliga a arrojarse a él mismo a la papelera. ¿Cómo reacciona su colega? Aprovechando la coyuntura para rufársele en toda la cara. Eso es amistad y lo demás tonterías. Cabe decir que el ataque anal era una de las tres formas que tenían estos tarados de acabar con los rivales (las otras eran saltarles sobre la cabeza o pegarles puntapiés).
Pues bien… Los yankis, siguiendo su bella y pura tradición conocida como censura, y no contentados con cambiar la estética de los personajes y americanizarlos por completo (como se puede ver en la primera foto), decidieron camuflar la habilidad de los protas de irse de vientre para fulminar enemigos, disimulando los gases que expelían por sus ortos (como diría el dr. Tangalanga) con tal de hacer que parecieran partículas de sprays. Ken y Kato habían pasado de ser ofinistas con ventoleras y alopecia a grafiteros-detectives de Harlem. Creo que no eran conscientes de que se estaban cargando toda la magia que tenía el juego.
1 comentario:
diox qué caña de juego, sólo por ver a los protas cabezones tirándose cuescos ya merece la pena jeje
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