31 agosto, 2008

Los esqueletos bailongos de Challenger



Hudson Soft fue una de las compañías más prolíficas durante los primeros años de la Famicon (NES). Uno de sus buques insignia fue Challenger (1985), que pronto se hizo famoso entre los jugadores por su endiablada dificultad. No se podía esperar menos de un juego con semejante título, desde luego.

La primera fase, la del tren, no presentaba excesivos problemas para poder superarla. En cambio, se dice que la mayoría de jugadores, al llegar a la segunda, se frustraban y daban por vencidos. El porqué era sencillo: aparecías en medio de un mapa enorme, casi absurdo diría yo, en el que únicamente se te decía que debías encontrar a la princesa, sin tener ningún tipo de pista de su paradero. El que no se quedaba atascado moría al llegar a cero una cuenta atrás puesta con muy mala leche.

El secreto para completar esta diabólica fase era entrar en unas cuevas en las que había que recoger unos objetos especiales. La cuenta atrás se reiniciaba cada vez que salías de una, por lo que era obligatorio pasar por ellas si se quería intentar llegar al final del escenario, que estaba en el quinto pinto.

La gracia de estas cuevas es que estaban protegidas por unos personajes la mar de simpatiquetes, unos esqueletos que parecía que estuvieran marcándose un baile discotequero o, más bien, una danza tribal cutresalchichera. Solo hacían que moverse endemoniadamente de un lado a otro de la entrada de la gruta, dejándote un mínimo hueco para pasar si no podías cargártelos. Lógicamente, intentar colarse era un suicidio, ya que apenas te daban tiempo para pasar y un solo toque suyo te ponía a criar malvas.

Para matarlos (es un decir, ya estaban muertos...) era necesario conseguir unos cuchillos o espadas especiales que había que arrojar contra su cuerpo poseído. Cualquier otro objeto que no fuera el adecuado los atravesaba, dando lugar a una estampita megacachonda: un esqueleto vacilón esquivando los proyectiles del jugador al ritmo de una canción que sólo su calavera oía. Si el juego hubiera tenido gráficos de última generación, a lo mejor hubiésemos visto como los cuchillos pasaban entre sus vértebras mientras se mofaba en nuestra jeta.

La de risas que uno puede echarse viendo a este personaje en acción... Tan gracioso resulta que hasta puede perdonársele fácilmente que sea, no lo olvidemos, un cabronazo.

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