15 agosto, 2008

El contrapunto fantástico


Releyendo el post de ayer me he dado cuenta de que quizás me haya pasado un poquito con el pobre Star Ocean. ¿Arrepentido? En absoluto, pero para que no pueda decirse que soy un monstruo maniático, sin pizca alguna de cabeza y criterio (que posiblemente sea verdad), he decidido dedicarle una líneas a otro juego que, a las 15 horas de vicio, me había dejado unas sensaciones completamente diferentes: Tales of Phantasia. Sé que las comparaciones son odiosas y que con esto sólo voy a hacer que echarle más caca encima al juego de Enix, pero es que me da rabia no haber visto en Star Ocean todo lo que, por sus similitudes con Tales, me daba a entender que encontraría. Por algo estoy siendo recurrente.

La música de Star Ocean era de lo poquito que se salvaba del juego. No en vano, su compositor es el mismo que suele colaborar con los Tales, el grandísimo Motoi Sakuraba. De todas formas, no es solo la música lo que Phantasia y Star Ocean tienen en común. La cacareada personalidad de monigotes de dibujo animado, tan irritante en el segundo, se convierte en todo un ejercicio de perfecta adaptación al plano consolero en el caso de este Tales (y no sería el único). Siempre hay unos límites que no conviene rebasar, y estoy seguro de que en Namco sabían que con pedirle al autor de Ah, mi diosa que se encargara del diseño general y darle a los protagonistas unos pocos rasgos de héroes animados había de sobra. El resto, inteligentemente, lo dejaron para la versión animada del videojuego. Cada cosa en su sitio.

Por supuesto que Tales of Phantasia no es el juego perfecto (ya se irá comentando en futuros posts), pero su historia, sin romper ningún tipo de moldes, sí que es de las que me enganchó (muy hábil la tragedia con la que arranca) y me dejaba intranquilo por saber cómo evolucionaría incluso durante los ratos en los que no estaba jugando. Tal es el grado de vicio que alcancé con Tales of Phantasia, que acabé por protagonizar una de esas historias dignas de encuestas del palo "¿hasta dónde ha llegado tu frikismo por los videojuegos?" Preparaos que ahí va, y con esto lo dejo por hoy.

Hará un par de años, iba de paquete en el coche de mi padre, el cual me llevaba de excursión con mis hermanos a la montaña. El viaje iba para largo, por lo que decidí continuar la partida que había empezado en mi GBA de la versión recién estrenada de Tales of Phantasia en castellano (dos años y pico le costó venir a Europa al pobre). Si leer en el coche es malo, jugar a RPGs no es que sea mejor, sobre todo por esos horribles y abundantes cuadritos de texto. Cuando mi mareo era evidente, pensé que apagar la consola y tomar un poco de aire sería lo más razonable... pero estaba demasiado enganchado como para detener la partida. Cinco minutos después de autodiagnosticarme vomitera cabalgante, llegó el momento en que tuve que pedirle a mi padre que parara el coche. Bajé, hice lo que tenía que hacer con total disimulo y naturalidad, como quien se para un momento a mirar una flor rara, y ya con el estómago más relajado subí corriendo al coche y proseguí la partida. Todo esto en un abrir y cerrar de ojos, como si de un gag cómico se tratara.

Puede que esto, al fin y al cabo, sea una tontería menos impactante que un chiste del difunto J.L. Coll, pero a mí me sigue sorprendiendo la sangre fría con la que manejé uno de los peores mareos que había sufrido en mi vida. Aquel viaje me reveló una gran verdad: los buenos juegos son una excelente lavativa para el estómago, y convierten un calvario (que si vomito, que si no vomito) en un mero trámite que puedes despachar en segundos... para seguir jugando cuanto antes.

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