Ya es oficial: llevo un vicio a los Ys que no es normal. He completado la tercera entrega mucho antes de lo que pensaba, en parte debido a su fulminante brevedad. Ys I era cortito, pero éste, con un poco de maña, puede durar escasamente unas 10 horas. Cuando quise darme cuenta ya estaba viendo los créditos finales.
No puedo echar las campanas al vuelo con Ys III, lamentablemente, de la manera en que lo hice con sus predecesores, y eso que también me ha encantado. Es un juegazo en toda regla, pero el listón que había puesto Ys II era demasiado alto...
Falcom quiso satisfacer los deseos de los usuarios de las primeras entregas (casi todos anhelaban una continuación) con un episodio revolucionario que heredara la esencia de los anteriores pero que a su vez tanteara un nuevo estilo de juego, deudor de los arcades de acción lateral. El experimento dio lugar a un título espléndido, que sin embargo tuvo que hacer algunos sacrificios ligados a su nuevo enfoque y a la pesada carga que había puesto sobre sus hombros Ys II.
El primero y más importante es el planteamiento de una nueva historia, que nos aleja irremediablemente de la mágica tierra de Ys. Adol salva el continente en su debut como aventurero y no deja espacio para una nueva crisis inminente. En consecuencia, el viajero pelirrojo ha de abandonar su hogar de acogida para enfrentarse a una nueva calamidad, esta vez procedente de la tierra natal de su amigo Dogi. Ambos son los Wanderers from Ys a los que hace alusión el título de este tercer capítulo de la saga.
La liviana epopeya que relatan estas nuevas crónicas tiene un talón de Aquiles evidente: su originalidad. No se libra del cliché más dañino del género, la necesidad de sellar un mal que amenaza con regresar al mundo. Factor que por suerte contrarrestran unos personajes maravillosamente definidos, llenos de fuerza y carisma, dignos del legado de Ys por méritos propios. El guión también incorpora momentos sobrecogedores que remiten a acontecimientos pasados: todo un puntazo con el que Falcom se gana la incondicionalidad de sus seguidores.
El nuevo sistema de scroll lateral obliga a pulsar el botón de ataque al luchar contra rivales (antes el mero contacto permitía zurrarles) e incorpora la función de salto que da lugar a fases plataformeras muy bien implementadas. Su aportación más notable y decisiva es, sin embargo, el planteamiento de las batallas contra los jefes finales. Esta vez son duras de verdad, y muchas de ellas requieren de paciencia y sudor para superarlas. El combate final es arduo como pocos: me llevó más de dos horas desgranar el patrón de ataque del rival para poder anularlo. Nunca antes en mi vida me había salido un callo en el dedo gordo de tanto aporrear bajo presión los férreos botones del mando de la PC Engine.
Los enfrentamientos contra jefes finales sustituyen, de esta manera, la parte de pluzes que en otras entregas recaían sobre algunas mazmorras. Ys III intenta hacer de la mazmorra final un laberinto, para no perder la costumbre, pero ya sea por el tipo de vista o por la poca lucidez del equipo de diseño, ésta no presenta complicación alguna. Las localizaciones que Adol visita durante su peregrinaje se siguen contando con los dedos de una mano, y el inventario continúa siendo limitado y sencillísimo de manejar. Por otra parte, Adol no puede utilizar magia en esta ocasión, fruto del desenlace del anterior juego.
La música de Ys III vuelve a ser un regalo para los oídos. La lista de temas no tiene nada que envidiar a las inolvidables composiciones de Eternal. Las versiones de NES y Super NES no hacen justicia al despliegue musical del CD de la PC Engine, y llegan incluso a distorsionar la calidad de audio que tan buenos resultados da en la consola de NEC. Las máquinas de Nintendo, además, reducen notablemente la dificutad en los enfrentamientos contra jefes finales, adaptándolos a manos menos avezadas. La versión de PS2, por su parte, sigue el estilo impuesto en los primeros remakes de la saga: mayor espectacularidad gráfica y jugable, que repercute en el equilibrio general. Como nota adicional, cabe añadir que prácticamente todas las líneas de diálogo en PS2 son habladas, y la fidelidad que se advierte en algunos detalles, como la posición de los enemigos sobre los mapeados, resulta sorprendente.
Con Ys III tradición y modernidad se dieron la mano para generar todo tipo de discusiones entre los seguidores de una saga que se labraba voluntariosamente su camino hacia la leyenda. El desenlace de esta aventura concluye una vez más con una separación (magistral el toque melancólico de toda la saga hasta el momento), la cual simbolizaba un nuevo comienzo anunciado por la propia Falcom con las últimas líneas de texto e imágenes mostradas. Adol partiría en busca de nuevas aventuras: Ys IV era una promesa firme que nacería en el seno de una familia de excepción.
2 comentarios:
Este fué el segundo YS al que le jugué y me encantó. El cambio de desarollo le quedó muy bien pese a no ser tan rolero como los anteriores. Fué en mega drive donde lo caté,y si bien en pc engine el scroll no es tan suave,la banda sonora está por encima de la magistral música enlatada de mega drive ,una de las mejores del catálogo de la 16 bit de Sega.
Yo lo jugue en SNES! Y me parecio bastante dificil, sorbe todo los jefes... Y la musica era sensacional!
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