04 julio, 2009

Atardece en la Torre de Druaga



Alto, sobrio y frío, así se alza el Sunshine 60, un rascacielos de Ikebukuro desde el que la tarde nos iba a brindar una puesta de sol propia de una película apocalíptica. Mientras veía cómo Tokio se diluía lentamente en las brumas vespertinas, no pude evitar imaginarme una escena similar que tuvo lugar en 1984, año en que Masanobu Endo, desde aquellas mismas alturas, daba forma al que iba a ser uno de los pilares de Namco y de la incipiente industria del videojuego nipón: La Torre de Druaga.




Ando, creador de otro de los clásicos representativos de la época, Xevious, trataba de buscar ideas para su nueva recreativa. Pensó entonces en llevar a los arcade el género del RPG, hasta el momento desconocido para todo aquel que no hubiera tocado un PC. En su cabeza acertó a ver un caballero subiendo por una torre, tratando de alcanzar el último nivel. Allí su princesa aguardaba ser rescatada. Por el camino se encontraría con enemigos y tesoros cuya aparición aleatoria en el mapa marcarían el sino de su ascenso.

Ando estaba en el edificio más alto del distrito de Ikebukuro, y lo tuvo bien claro. La torre tendría 60 plantas, en honor al rascacielos que le había inspirado.





El resto es historia. El juego fue un bombazo y se convirtió en todo un pionero del rol, aunque su desarrollo poco tenga que ver con los patrones que siguen los JRPGs actuales. Varias fueron sus versiones; la de PC Engine fue la que me había traído al lugar en el que todo empezó, esta Torre de Druaga particular que tenemos en Tokio.

Subiendo en el moderno ascensor que lleva al mirador de la última planta, traté de imaginarme las vistas que nos esperaban allá arriba: quizás fuesen también inspiradoras. Y lo primero que vi fue un cielo sepia precioso, impropio de una tarde de tsuyu, la estación de las lluvias por la que Japón atraviesa cada junio. La suerte quiso que aquel día las aguas estuvieran tomándose un respiro de tanta actividad. El sol también parecía cansado, dispuesto a dormir entre las nubes, que lo mecían en lontananza.





La noche empezaba a caer sobre la gran ciudad. Pequeñas lucecitas, rutilantes unas y vivaces las otras, se iban asomando poco a poco en las fachadas del enorme barrio comercial de Ikebukuro, para después ir desplegándose como una manta de destellos que buscaba perderse en la bahía de Tokio.





La oscuridad tomó finalmente el firmamento, y las luces rojas de los rascacielos parpadearon en armonía con los neones de la metrópolis. Shinjuku y sus altísimas oficinas, las otras torres emblemáticas de la ciudad, reclamaban protagonismo en el horizonte. Quién sabe, quizás en aquellos mismos edificios se esté gestando algo grande en estos instantes. Japón hace tiempo que espera que la noche traiga consigo sueños como los de antes. Hace falta una nueva leyenda, un nuevo Druaga...





Curiosidades sobre la Torre de Druaga:

- Los primeros enemigos de la Torre son slimes (limos), algo de lo que Ando nunca estuvo particularmente orgulloso. Para él los slimes debían ser los rivales más duros, ya que el acero de una espada es, en principio, incapaz de dañar un cuerpo gelatinoso. Los slimes son, paradójicamente, los enemigos más débiles del juego, detalle que más tarde calcaría Dragon Quest, poniendo sobre el tapete de nuevo el mismo problema. Hoy en día el Slime es el emblema de la saga de Enix y el personaje que más penas y simpatía despierta, en parte, gracias a su papel de debilucho, originario de la Torre de Druaga. La idea del Slime, sin embargo, fue tomada por Ando del Wizardry.

- Para que los cofres que proporcionan dinero y equipo al jugador aparezcan se han de cumplir ciertas condiciones, las cuales varían dependiendo del nivel de la torre en el que estemos. Algunas de ellas están pensadas con muy mala leche, según confiesa el propio Ando. Por jemplo, para que en un determinado piso el tesoro apareciese, había que pulsar el botón 1P de la recreativa, algo que a nadie se le pasaría normalmente por la cabeza en plena partida.




- El jugador que en el piso 59 huía de Druaga caía aleatoriamente a uno de los niveles inferiores, el 16 por lo general. A este fenómeno se le conoció como zap. Muchos empleaban el zap para conseguir sumar más puntos, por lo que muchos salones recreativos se vieron obligados a impedir el uso de este truco para que los clientes más avispados consiguieran ilícitamente copar las posiciones más altas de las tablas de puntuaciones.

- En los Shibuya Kaikan aún hay una recreativa original de Druaga funcionando.

- Hay quien dice que existe un juego de PS2 con el mismo nombre, pero puede que se trate simplemente de un rumor infundado, una chifladura. ¿A quién se le iba a ocurrir profanar este clásico con un burdo sacacuartos?...

4 comentarios:

Adol3 dijo...

Genial articulo! Yo recuerdo el fabuloso guiño de namco a su Tower of Druaga en el también fabuloso Baten Kaitos de cube. A ver si me proporcionar tu email que un dia de estos tenemos que hablar.

Digipure dijo...

Pero a ver, tu subiste a pie o fuiste cobarde y cogiste el ascensor? XD XD XD

Adol3 dijo...

Uh! Es que habia un ascensor?! Jooo...

Chibimogu dijo...

Sin ascensor no sube ni Perry ahí. Aunque hubiera sido un buen ejercicio, sin duda. Adol, en la barra de al lado hay una dire de contacto :)

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